jueves, 16 de febrero de 2017

EL HORNILLERO QUE FUE ALCALDE DE SAN ROQUE (EN EL CAMPO DE GIBRALTAR)




MATERIALES PARA EL ESBOZO DE LA BIOGRAFÍA DE UN HORNILLERO


Manuel Fernández Espinosa


"Si te empeñas en empozarte y hundirte en la sima de la tradición de tu pueblo 
para escudriñarla y desentrañar sus entrañas, 
escarbándola y zahondándola hasta dar con su hondón..."

Miguel de Unamuno, "Vida de Don Quijote y Sancho".


Un pueblo necesita conocer su historia para conocerse y reconocerse a sí mismo. Por eso desde que llegué el año 2015 a Santiago de la Espada me llamó poderosamente la atención que los estudios sobre su historia local estén prácticamente vírgenes. Contamos, no obstante, con valiosas aportaciones que ha hecho D. Olayo Alguacil González en sus libros; también son útiles algunos otros estudios de la comarca, pero el hecho de haber perdido el archivo municipal supone sin ninguna duda un gran obstáculo para recuperar la historia y la intrahistoria de Santiago de la Espada. Por eso me he propuesto en la medida de mis posibilidades contribuir al mejor conocimiento -siquiera fragmentariamente- del pasado histórico de Santiago de la Espada.

Aunque uno sea consciente de la fragmentariedad a la que está reducida esta labor de reconstrucción histórica, puesto que estas aproximaciones históricas locales constituyen para mí una dedicación colateral y faltan tantos fondos documentales, no por eso hay que dejar de participar los hallazgos que se hagan aunque parezcan poca cosa, para posteriormente volver sobre ellos y completarlos, o bien para abrir el camino a otros que puedan venir después de uno. 

Quiero presentar a los lectores a un personaje histórico de Santiago de la Espada que hoy puede ser un desconocido, pero que por su importancia pública y política en el siglo XIX bien merecería un estudio biográfico más detenido. Me refiero a D. Julián Ruiz Marín.

En los libros de Desposorios del archivo parroquial de Santiago de la Espada encontré la partida de velación de D. Julián Ruiz Marín y doña Ana Rodríguez del Castillo. Para los que no están puestos en antecedentes tal vez sea conveniente decir que la ceremonia de la "velación" era un rito litúrgico de la Iglesia Católica que se solía celebrar con anterioridad al Concilio Vaticano II, una hermosa ceremonia cargada de simbolismo en el curso de la cual se cubría a los cónyuges con un velo, tras la unión nupcial pertinente: se podía hacer inmediatamente después de la Misa de bodas o bien incluso mucho tiempo después. Eso implica que una pareja podía casarse en Cádiz y realizar su ceremonia de velación, incluso años después, en el pueblo natal de uno de los contrayentes.

Así es como hemos podido encontrar el documento en que se registra la velación del matrimonio de D. Julián Ruiz Marín y doña Ana Rodríguez del Castillo. Era el día 29 de septiembre de 1813 y el presbítero D. Esteban Rodríguez Gil procedió a oficiar la ceremonia de velación del matrimonio, en la "Hermita de la Purísima Concepción" (hoy lamentablemente perdida y que se localizaba en la actual casa de los párrocos locales). En este documento parroquial se consigna que D. Julián Ruiz Marín era natural de Santiago de la Espada, aunque residía en la villa de Martos. Eran sus padres D. Bernabé Ruiz y doña Lucía Martínez Delgado. La esposa de D. Julián era natural de la Población de los Barrios y era vecina de la Muy noble y más leal ciudad de San Roque, en el campo de Gibraltar; los padres de doña Ana eran D. Andrés Rodríguez y doña María del Castillo. Consta que la pareja se había casado en San Roque, el 16 de julio de 1812. Desde 1808 nuestro país vive la Guerra de la Independencia y, muy cerca de San Roque, se acaba de proclamar la Constitución de 1812. Pero, ¿quién era el santiagueño D. Julián Ruiz Marin?

Aunque la partida de velación no es parca en datos, lo cierto es que el origen y la cantidad de localidades que se apuntan sugiere que estamos ante alguien que, aunque había nacido en Santiago de la Espada, desarrolló su vida en muchos otros destinos. Es así como, investigando, descubrimos que -tal y como se dice en la partida de velación- D. Julián era hornillero, pero en 1813 era vecino de Martos. Así es, como consultando el "Diario de las discusiones y actas de las Cortes" encontramos la profesión que desempeñaba nuestro hornillero. En la Sesión de las Cortes del día 26 de junio de 1813 se hace constar que: "El juez de primera instancia de la villa de Martos D. Julián Ruiz Marin ponía en noticia de las Cortes varios hechos, comprobados en un testimonio que acompañaba, para manifestar la necesidad de que el soberano Congreso mandase formar un reglamento interino para juzgar a los ladrones, desertores, facciosos y traydores (sic) de un modo sencillo, claro y pronto. Su exposición pasó a la comisión de arreglo de Tribunales".

Sabemos, por lo tanto, que en 1813 D. Julián Ruiz Marín era juez de primera instancia en la villa de Martos, de la Orden de Calatrava. Debido a los trastornos de la guerra, el juez santiagueño informaba desde Martos al "soberano Congreso" (desde 1812 la soberanía ya no era del Rey que estaba ausente por las intrigas de Napoleón Bonaparte, a las que se había prestado la familia real de España). D. Julián pide que se resuelva el asunto que participa al Congreso, puesto que hemos de suponer que los delitos de robo, deserción, facción y traición debían estar a la orden del día en una España que todavía combatía a los invasores napoleónicos. No sabemos en lo que acabó esta gestión, pero merece la pena haberla expuesto para fijar exactamente la profesión que desempeñaba nuestro santiagueño. Para ser juez de primera instancia, haremos bien en suponer que tuvo que formarse en la carrera de Leyes, muy probablemente en la Universidad de Granada.

Pero no queda ahí la cosa. Pese a todos los vacíos que quedan por llenar en la biografía de este ilustre hornillero, hemos podido situarlo en fecha posterior a la de 1813 en la ciudad de San Roque (Cádiz). Parece ser que, tras la retirada de los ejércitos franceses, una vez vuelta la paz (es un decir) a España, D. Julián Ruiz Marín fue alcalde de San Roque en los años comprendidos entre 1814 y 1820. Estamos, por lo tanto, en el llamado Sexenio Absolutista (1814-1820) que se inaugura cuando, retornado Fernando VII a España, el rey decide abolir la Constitución de Cádiz de 1812 y gobernar como soberano absoluto. Que D. Julián fuese alcalde de San Roque en esta etapa puede ponernos en la pista de sus opiniones políticas que, a buen seguro, tendrían que ser conservadoras, dado que no cabe imaginar que en esa etapa histórica se le diera la vara de la alcaldía a un hombre señalado por sostener ideas constitucionalistas.

Cuando se produce el Pronunciamiento de Riego en Cabezas de San Juan, año 1820, D. Julián era alcalde de San Roque. El triunfo del pronunciamiento liberal de Rafael del Riego afecta a la composición del ayuntamiento sanroqueño, por lo que el 16 de marzo de ese mismo año la corporación municipal de San Roque se reúne y jura la Constitución: los concejales que hasta ese momento han formado la corporación municipal renuncian a sus cargos y de esta forma se reconfigura un ayuntamiento con concejales de marcado signo constitucionalista: aquellos que habían sido ediles en 1814 y que fueron depuestos en el Sexenio Absolutista vuelven a ocupar sus cargos, tras seis años fuera del gobierno. No obstante, D. Julián Ruiz Marín jura la Constitución y presta juramento como Juez de primera instancia del ayuntamiento constitucionalista. Los liberales más extremistas de San Roque no toleran que el que ha sido alcalde durante el Sexenio Absolutista ocupe ni siquiera el cargo de juez, por lo que proceden a denunciarlo como "anticonstitucional" y, llegan a más,  incluso atentan contra su vivienda, disparando a la fachada de su casa. Los exaltados se salen con la suya y el Jefe Supremo Político cesa a D. Julián en el cargo de Juez.

El triunfo de los constitucionalistas de 1820 alteró la vida de D. Julián que, tras sufrir el hostigamiento al que lo sometían los liberales, se vio obligado a permutar su destino, abandonando su residencia en San Roque para pasar a ejercer como juez en Gaucín, población en el Valle del Genar, Málaga. Lo veremos regresar más tarde a San Roque y otra vez como alcalde, tras la intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis que da fin al Trienio Liberal y devuelve a Fernando VII la monarquía absoluta. Y aquí, por ahora, se ha quedado nuestra indagación, esperando haber abierto una línea de investigación que recobre la biografía de un personaje histórico e hijo ilustre de Santiago de la Espada.

No quiero concluir este artículo sin agradecer cordial y fraternalmente a los actuales párrocos de Santiago-Pontones, D. Antonio y D. David, por su amable colaboración. El estudio de los volúmenes que conforman los libros de Bautizos, Confirmaciones, Desposorios y Sepelios del archivo parroquial, esmeradamente custodiados por los sacerdotes que han pasado por Santiago de la Espada, constituyen un fondo documental de forzosa consulta, dado que en ellos duerme la historia de este pueblo que tiene que despertar.



FUENTES DOCUMENTALES:

Libro de Desposorios de la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol de Santiago de la Espada.

"Diario de las discusiones y actas de las Cortes"

Araceli Vallecillo López, "Repercusiones en San Roque del pronuncimiento liberal de 1820", publicado en "Almoraima: revista de estudios campogibraltareños", 1991, nº 5. págs. 47-58.

 



  




domingo, 12 de febrero de 2017

SANTIAGO DE LA ESPADA EN 1834-1850

Ayuntamiento de Santiago de la Espada



SANTIAGO DE LA ESPADA EN EL DICCIONARIO MADOZ


Manuel Fernández Espinosa


Desde 1834 a 1850, D. Pascual Madoz Ibáñez (1806-1870) realizó una exhaustiva información de todas las ciudades y núcleos de población de España por provincias. La obra, titulada "Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar" se compone de dieciséis volúmenes y la información que en ellos podemos encontrar es valiosa para aportarnos una idea de la realidad que vivían nuestros antepasados a mediados del siglo XIX. ¿Qué nos dice de Santiago de la Espada?

Se nos describe en la entrada que el Diccionario Madoz dedica a Santiago de la Espada que fue éste antiguamente aldea de Segura de la Sierra, hasta que se le concedió el título de villazgo en 1691 y que "Según la opinión general se cree que sus primeros pobladores fueron pastores trashumantes de la serranía de Cuenca" que le nombraron El Hornillo con antelación a adoptar el nombre de Santiago de la Espada. El municipio pertenecía a mediados del siglo XIX a la provincia de Jaén, del partido judicial y vicaría eclesiástica de Segura de la Sierra, estando bajo la jurisdicción de la audiencia territorial de Granada. "Situación en la falda meridional de un gran cerro [...] combatido por los vientos del oeste y propenso a pleuresías", no obstante se remarca la salubridad de sus aires aunque el clima es extremadamente frío. La vecindad se abastecía de las aguas de una fuente de cuatro caños.

El caserío de Santiago lo formaban en aquel entonces cuatrocientas casas pequeñas y por lo general de dos pisos, con dos plazas cuadrilongas, calles buenas y muchas de ellas de piso llano, Casa Consistorial del Ayuntamiento, cárcel, un pósito y una escuela de primeras letras que costeaban los fondos municipales y atendía a unos ochenta niños. La iglesia parroquial era la de Santiago Apóstol que la servía un cura párroco que no ponía la Diócesis de Jaén en aquel tiempo, sino el Tribunal Especial de las Órdenes religioso-militares, entre las que estaba la Orden de Santiago que aquí había tenido una presencia histórica desde la Edad Media, como en toda la Sierra de Segura. Había tres ermitas intramuros en Santiago de la Espada: la de San Antonio de Padua, la de la Purísima Concepción y la de San Roque. 

Teniendo en cuenta que el dogma de la Purísima Concepción no se definió hasta la Bula Ineffabilis Deus (del 8 de diciembre de 1854) y que el Diccionario Madoz se terminó cuatro años antes de proclamarse el dogma y contando con el hecho de la existencia de una ermita dedicada a San Antonio de Padua, estos vestigios nos indican que muy probablemente, entre los siglos XVII-XVIII, frailes franciscanos pudieron pasar por Santiago de la Espada, dado que los franciscanos fueron los más acérrimos defensores del dogma de la Purísima Concepción de la Virgen María y habida cuenta de que el santo que titula una de las tres ermitas hornilleras es también franciscano: San Antonio de Padua (también conocido como San Antonio de Lisboa por nacer en la capital portuguesa allá por el año 1191); los franciscanos no levantaron un convento en Santiago de la Espada, pero su labor misionera los mantenía continuamente itinerantes, predicando por todo el territorio. Es más que probable que la ermita de San Roque fuese la más antigua de las tres, puesto que se invocaba la intercesión de San Roque contra las epidemias, especialmente contra la peste y también tenemos que tener en cuenta la proximidad de Siles, ciudad vecina que tributa una especial devoción a San Roque.

Con las leyes de enterramientos de finales del siglo XVIII y principios del XIX, el cementerio había dejado de ser la planta de la iglesia parroquial, por lo que lo vemos situado ya extramuros, aunque no en el punto exacto donde hoy está, sino muy cerca de nuestro Instituto de Enseñanza Secundaria "Villa de Santiago": "extramuros aunque contiguo a la población se encuentra el cementerio" -nos dice el diccionario.

El Diccionario Madoz también nos hace un elenco de las aldeas de Santiago, tanto las hoy existentes como otras que, lamentablemente, son despobladados en la actualidad: Miller, Marchena, Marchinica, Prado del Muro, Cerezo, Hoya de Miguel Barba, etcétera.

Es interesante advertir que el Diccionario Madoz se refiere a minas de hierro, cobre, plomo y lignito que -así nos apunta- estaban sin explotar, a buen seguro que por la falta de iniciativa y de infraestructuras de comunicación para poder llevar los minerales extraídos a puntos donde pudieran ser tratados industrialmente.

Se nos pinta también el paisaje de pinos blancos, carrascas, robles, fresnos y una ubérrima flora aromática y medicinal. Se cosechaba trigo, cebada, centeno, patatas y maíz; pero el fuerte de la economía era la ganadería, con rebaños de ovejas, cabras y vacas. La caza menor y mayor también era un estilo de vida serrano, así como la pesca de truchas. Los caminos estaban "en estado casi intransitable", no obstante el correo llegaba a Santiago los jueves de cada semana, traído por un valijero. 

Existían en el término de Santiago varios molinos harineros y también batanes. La economía era prácticamente de subsistencia, puesto que el comercio se reducía a la lana.